
Cary Grace, Letterbox
Pulsé de nuevo el pause y anoté las últimas palabras que recordé: “…la medicación”. De nuevo volví a darle al play de la grabación para ir anotando despacio todo cuanto había dicho en la conversación telefónica.
—¿Entonces no crees que fuese una ave?
—No te digo que no lo fuera, te digo que es harto improbable que se te cuele un ave de esas dimensiones y que no te dieras cuenta en todo el día.
—Pero tú me crees ¿no?
—Creo que algo se te coló, pero que no necesariamente fuera un ave. Sobre todo teniendo en cuenta que el único rastro que tienes son manchas de sangre en la pared y que no te ha quedado, pese a los golpes, ni una sola pluma en la habitación.
—¡Joder, no me estás ayudando en nada!¿Sabes?
—Vaya hermanito, pensé que habías llamado para ver cómo estaba, saludarnos y todo eso…
—Sí, sí y en el fondo así es, pero es que ayer ocurrió eso y la verdad…
—Eso, patatas con queso. Mira la verdad es que estoy terminando mi tiempo de almuerzo y voy a tener que dejarte…
—Espera, por favor, no cuelgues. Tú que estás ahí, en laboratorios, ¿podría hacerte llegar una muestra de sangre de la pared y decirme de qué animal se trata?
—¡Osti tú! Aquí afuera, ahora mismo, está muriendo gente ¿y tú te preocupas de un posible pájaro o de un ente que no es real?
—Pero es que tú, con tus contactos en el laboratorio, podrías hacerlo en menos de un día y tener algún dato concluyente ¿no?
—¿Qué parte de lo que significa estado de alarma no comprendes?
—Por favor, ayúdame. No te cuesta…
—Escucha, sí que me cuesta. Me cuesta jugarme el puesto ¿entiendes? Además ni me apetece, ni le veo urgencia alguna.
—Pero si no saldría de casa. Hasta te podría hacer llegar la muestra con un mensajero en bici, de esos que tanto te gustan porque no contaminan…
—Creo que voy a tener que colgar ya…
—Por favor, por favor, no cuelgues, hace días que no duermo y la medicación no está aún compensada, me la iban a cambiar cuando ocurrió toda la movida esta del confinamiento y…
—¿Me estás diciendo ahora que no te estás tomando la medicación? Pero si antes dijiste que…
—Sí eso era antes. Antes de la catástrofe me la estaba tomando pero entonces me la retiraron y como no he podido volver…
—¿No habrás vuelto a las andadas, no?
—Te juro que no es que me imagine cosas. Las cosas que pasan, oigo y veo, son reales.
—¿Cosas? ¿Oyes? ¿Ves? Exactamente, ¿de qué estamos hablando?
—De que ha regresado un muñeco de plastilina de mi infancia, hay un cerco yermo en el césped en el lugar donde fue a morir una paloma en el jardín, por las noches golpean la puerta de la calle queriendo entrar en ella, a veces las estancias se llenan de humo, percibo olores desagradables, oigo voces, entró un animal anoche que…¡Joder tía, si no me crees ven a verme, tú tienes certificado de movilidad, yo no!
Ella lanzó un suspiro largo, intenso con ganas de descomprimir toda la tensión con la que se habían cargado las últimas palabras. El mutis me dejó claro que me había estado escuchando con atención, con cariño, con preocupación tal vez. De nuevo volvió a coger aire. Ahora, al tomarlo intensamente por la nariz, llegué a percibir un ruido similar al de los mocos contenidos. Había estado llorando mientras le hablaba.
—Mira hermanito, haremos una cosa, primero quiero que te calmes. Luego cuando acabe mi turno a las ocho me envías un trozo de pared con sangre a la dirección del hospital, indicando laboratorio segunda planta. Pon en el sobre que vaya a mi atención y que lo dejen en recepción. Yo misma bajaré a buscarlo. Creo que podré decirte algo antes de dos días, si es que no se complica el panorama.
—Gracias, gracias de corazón. Eres un sol, hermana. Te quiero.
—Oye, ahórrate todo el rollito emocional, que ya sé para qué me has llamado. Escucha, la devolución de los resultados te la haré llegar por la misma empresa de mensajería que me envíes. Les diré que antes de que te lo entreguen que te llamen a tu móvil, así sabrá que son ellos y podrás abrir sin problemas.
—Gracias, no sabes cuánto significa para mí esto. Creo que de seguir sin respuestas me volveré loco.
—¿Otra vez?